Un texto de Aurora Cortés Marcos
El verraco «Mula», SÍMBOLO de Villardiegua DE LA RIBERA
Llegar a la plaza de este pueblo de Sayago y encontrar un verraco vetón de hace 2.500 años nos hace plantearnos cuan efímero es el tiempo. La Mula como así la llaman pertenece a la edad del hierro y fue trasladada hasta aquí desde el castro de San Mamed (San Amede) a 5 km de distancia.

Con la cabeza gacha en posición de embestida con un par de agujeros en la cabeza donde antiguamente le ponían unos cuernos sorprende lo grande que es e incluso el pedestal donde se asienta figura que es otro tanto como la imagen de piedra y que está escondida debajo.
Villardiegua: un pueblo lleno de símbolos romanos y prerromanos
En la trasera de la iglesia también se erige un gran falo de piedra que se cree también de esa época y que se veneraba para garantizar la fertilidad.

Un par de calles más abajo, en una fachada antigua encontramos una estela funeraria y debajo de ella lo que llaman el verraquillo que nos hace constatar que los vettones estuvieron muchos años por Sayago.

Nosotros habíamos ido hace tiempo a la ermita de San José en Aldeia Nova en Portugal, un poco más arriba de Miranda de Douro.

Ya desde ese día este castro donde una bonita ermita y zona de recreo se asienta en una gran falla observamos la falla contraria en España como un gran cortado. Buscando en el mapa localizamos que pertenecía al término de Villardiegua y hoy que habíamos ido a una concentración multideporte donde corredores, bicicletas, senderistas y juegos tradicionales nos dimos cita, no podíamos dejar de indagar por donde podíamos llegar a este precipicio.
Hacía allí nos dirigimos so pena que los indicadores de la Junta están en tan mal estado que ya apenas quedan el hierro que los sujeta. Y allí llegamos a una especie de explanada de roca desde donde se ve un río sereno flanqueado por dos grandes fallas la portuguesa y la española que allí es llamada el despeñadero de la Siniestra. Lo que allí se contempla impresiona a la par que produce una situación vertiginosa donde la roca cae en picado hasta casi 100 metros.

En frente la ermita portuguesa donde un área de descanso con aparcamiento merece ir a visitar. En el lado nuestro sin intervención ninguna, salvaje con un sendero casi oculto por escobas que lleva a este lugar tan espectacular donde solo una bandada de palomas y un corzo que nos sorprendió rompen el silencio. Una pena que no esté mejor señalizado porque el lugar es mágico y bien merece ser visitado para simplemente sentarse en una peña y contemplar este paisaje tan agreste


