Un deseo para 2018… 

Termina 2017 y toca hacer balance. Ha sido el año de Argusino, de la falta de agua y, como no, el año en el que se quemaron más de 2000 hectáreas en el entorno de los Arribes, nuestros Arribes.

¡Argusino, más vivo que nunca!

Sin duda, recordaremos este año por ser el año de Argusino. 50 años han pasado de la marcha de cientos de vecinos del pueblo en favor del progreso que, supuestamente, iba a traer la, mal llamada, Presa de Almendra.

Argusino y sus descendientes han demostrado que la unión, hace la fuerza, y que, un pueblo no muere cuando se inundan su tierras, sus huertos, sus casas… porque nuestros pueblos sayagueses, pequeñitos y arrasados por los incendios y la despoblación, son pueblos vivos, en cuanto a que guardan tradiciones, y nuestros padres, abuelos y bisabuelos, nos enseñaron a quererlos cada día, cada verano, cada invierno…

El peligro de los incendios

Fermoselle y Pinilla vivieron horas trágicas. A finales de Agosto, en plenas fiestas, el campo empezó arder y, con él, el alma de un pueblo alegre y vivaracho. Con el fuego se quemaron ilusiones y sueños… pero de la tierra quemada, surgen nuevos proyectos de futuro y la unión de un grupo de vecinos que se atreven a mirar por la recuperación social y comercial de la Villa… ¡¡¡Fermoselle, atrévete!!!

¡Necesitamos agua!

El año comenzó con problemas de potabilización. La red de Sayagua necesita una profunda renovación. No podemos tolerar, en pleno siglo XXI, que una de las comarcas con mayor cantidad de terreno destinado a la producción hidroeléctrica, tenga problemas de abastecimiento. A esto se suma la sequía, terrible, que ha dejado nuestros embalses en niveles mínimos de capacidad.

zahori
Foto de José Alberto @zahori.13 en Instagram

 

El dichoso futuro

¿Qué pasará con nuestros pueblos?¿Quién quedará en Sayago dentro de 50 años? Disculpen el atrevimiento, pero me resisto a pensar como Celedonio Pérez o Juan Antonio Panero que consideran que todo está perdido, que nuestros pueblos desaparecerán… 

No, no es la visión optimista del niñato de ciudad, no es la visión de un soñador que nunca (o casi nunca)ha trabajado en el campo. Es la realidad de un modelo, el de las grandes ciudades, que no se sostiene. Polución, atascos, contaminación, aglomeraciones…  

Contra esto, hay un futuro sostenible en el campo, donde la agricultura ecológica (y rentable), donde el ecoturismo y las iniciativas pioneras en artesanía, ganadería y alimentación, tienen cabida. 

Ayudaría mucho desterrar nuestro carácter derrotista y agorero. Evitar desconfiar del que viene de fuera a invertir sería un buen principio. Siempre y cuando venga a ayudarnos a crecer, no a aprovecharse de lo que tenemos… ¡Feliz Navidad y Feliz 2018 sayagueses!

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