Desde Arcillo nos envían una oda al fin del verano

Víctor Rivera junta unos versos en honor al fin de las duras jornadas de trabajo en el verano sayagués

merendera o chupameriendas en los campos de sayago
Merendera o chupameriendas en los campos de sayago / Foto de Víctor Rivera Roncero

Las moradas Merenderas
llamadas "quitameriendas"
no esperan la Primavera;
Brotan luego por doquier
sobre las eras barridas,
ya las parvas recogidas
lo mismo hoy que ayer.

Que el verano se ha acabado
y llegan las noches frías
gritan sus bulbos brotados
de pistilos amarillos
en esta, la tierra mía.
Acabaron los rastrillos
de amontonar los muelos
y sobre ellos yo suelo
al crepúsculo, sentarme
mirando hacia Poniente
sin nada que me alarme,
cansada toda la gente
de bregar en dura jera
sobre  el llano de la era.

Tiñe el cielo de arrebol
cuando la calma chicha
anega el aire de dicha
y se enciende un farol
entre las nubes calmadas,
de amarillos y de rojos,
sin atisbar ni un clamor,
en esta tarde pintada
sobre el lienzo vaporoso
que inunda de luz, el ojo.

El tiempo se ha detenido
y en este lapso ha traído
el crepúsculo solar;
se palpa la  eternidad:
sin prisas, por alcanzar
un estado de Nirvana,
mientras contemplo atento
llegar la noche temprana,
cuando la paz está dentro.
Con un hisopo escondido,
salpica el cielo encendido
en estas horas sin par,
sin nada en qué pensar.
Me acompaña el sonsonete
de aquellos últimos grillos
como agudo clarinete,
repitiendo su estribillo,
desde las zarzas cercanas
que bordean la cañada,
antes q el frío acalle
su concierto refinado
en los cerros y en los valles
porque el relente ha llegado.

Sigo en el muelo asentado
sin prisas, sin cuidados.
Cuánto trabajo ha costado
este celemín de trigo
desde que el grano esparcido
en un Octubre aterido
se posó en el surco frío
sobre la tierra herida,
abierta, transgredida,
por el arado romano
que manda tan ruda mano:
el de reja penetrante,
aguzada y desbrozante.
Surco tras surco, cansino,
crecieran los tallos finos;
y las matas escardadas
entre picos y aulagas.
Llegará el tiempo de siega
con los haces y vencejos,
que el refrigerio, nos niega,
las recuas y el acarreo.
Sin merenderas las eras 
sino polvo y augeras;
los chinarros... afilados
de los trillos tan pesados.
Aventar grano y la paja
con nubes de polvo y viento,
que por el gaznate, baja;
y el ganado está sediento
ansioso por terminar
un trabajo sin final
desde el alba hasta la noche,
sin que en sus fauces se note,
ni gemidos ni reproches.

Encallecidas las manos;
tantos sudores y afanes
para juntar esos granos
que se trocarán en panes,
en diez ochavas y sacos
y tres pesados costales.
Poco aprecio y gran trabajo
se amontonan en el muelo
que yace ante mí, en el suelo.

.
Zamora, 2019

Poema de Víctor Rivera Roncero enviado por Alberto Jambrina Leal

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