¡ Pero qué noche la de hoy!
Hace ya muchos quinquenios…
¡ qué emoción, válgame dios!
cuando, aún era pequeño
esperando tan nervioso,
los Reyes Magos de Oriente
con sus paquetes lustrosos…
Aún tengo bien presente
los regalos que anhelaba:
rico roscón de anguila
y lo que más deseaba:
la ansiada bicicleta;
mi mayor deseo en vida.
Ya no podía dormir
esperando el nuevo día
y que vinieran a mí
tres camellos y su guía.
Me asomé a la ventana
por si en la nieve había,
las huellas de tres camellos
¡ Y era todo tan bello
en ese cinco de Enero…!
tan esperada la fecha
que miraba el calendario
con las pupilas deshechas
tachando día tras día,
fuera fiesta o de diario,
el tiempo que aún faltaba
para tan magna fiesta.
La ilusión me embargaba,
agitación manifiesta.
¡ Qué noche aquella, dios mío,
la del cinco de Enero!
Noche de puro suspiro
y despertar tempranero.
Baltasar no me escuchó,
¡ ay, penas del destino
que sorprendieron a un niño!
porque a mí no me dejó
reluciente bicicleta
en mi ventana abierta.
¡ Ay, Señor…se le olvidó!
Me trajo otros juguetes
que no le costaran tanto
al negro Rey Baltasar.
Con los inflados mofletes
quise apreciar su encanto
de lo que dejó al pasar
en la fría ventana abierta.
Pero aquella bicicleta,
suspiro de un niño ansioso…
no cogía en el camello,
y un Rey Mago lloroso
prometió algo más bello
para el año venidero…
viajando en un gran camello.
De Víctor Rivera Roncero, de Arcillo.